Cuando empecé mi relación con la Universidad Autónoma de Madrid allá por 1998, a mi vuelta de mi segunda estancia en EE.UU., me encontré con los primeros carteles en la Facultad de Matemáticas de la UAM ofertando empleo en bancos a matemáticos, para sus departamentos financieros y no para sus mostradores de atención al público. En Canarias, por esas fechas, esas ofertas no existían.
Me contaban que, los grandes bancos y consultoras (por aquella época yo ni sabía lo que eran estas últimas) siempre se acercaban al final de curso a contactar con los 10 mejores expedientes para ofrecerles contratos. Esta información fue referente para mí, y la comenté mucho en mi facultad. Ya todos conocen mi implicación en la defensa y difusión de las salidas profesionales de los matemáticos, principalmente a los sectores no tradicionales.
Cerca de 15 años después tuve la oportunidad de conocer al director de una gran consulta internacional de Madrid que era de uno de esos cazatalentos que visitaban en esas fechas esa facultad, y muchas otras. Aquí en España siempre conseguí fichar a los mejores, como consultores junior en una empresa que ofrecía proyección profesional, puestos en sedes en todas las grandes capitales del mundo, formación, incentivos, etc. Es lógico podemos pensar que todos, no dudo que la gran mayoría de nosotros, si somos padres, nos encantaría que nuestros hijos recién titulados tuviesen este tipo de ofertas.
Pero en todos los sitios no es los mismo, y esta es la historia que me gustaría dejar plasmada para que pueda ser difundida por todos aquellos que la emprendeduría los emociona. A mí me pasa.
Este cazatalentos tuvo la oportunidad de volver como directivo de esta multinacional a su país de origen, Israel. Me comentaba que se incorporó con la idea de seguir las estrategias de caza de talentos que tanto éxito le había dado en Madrid. Se recorrió todas las universidades visitando las principales facultades donde solía encontrar sus candidatos (económicas, informática, matemáticas, etc.), ofreciendo los mismo desde su experiencia internacional.
¿Resultado? No fichó a ninguno de los mejores expedientes. ¿Qué le respondían? Ellos no querían ser empleados, TODOS tenían proyecto empresariales en mente, querían llevarlos a cabo, y no iban a esperar ni un minuto según terminasen sus estudios. Ni para él, judío de nacimiento pero ya muchos años fuera de su país, esta respuesta estaba dentro de sus registros.
Ya de vuelta de nuevo en España en otros menesteres, me comentaba que este era una de las principales deficiencias que veía él en nuestro país: la muy pobre cultura emprendedora entre nuestros jóvenes mejor preparados.
La referencia a Isarel como paradigma de sociedad emprendedora son muchas. Yossi Vardi, el fundador de la primera compañía de software de Israel
en 1969 comentó una vez: «Por miles de años una madre judía quería que su hijo
fuera un doctor. Ahora en Israel, lo que quiere es que sea un fundador
de una start-up».
La "tierra prometida" del emprendimiento ostenta la mayor concentración
de startups y sociedades de capital riesgo per cápita del mundo, así
como de ingenieros. Se estima la creación de unas 500 startups al año y
se conocen casi 4.000 casos de empresas consolidadas, mientras que el
capital riesgo ha conseguido atraer más fondos que Francia y Reino Unido
juntos.
Start-up Nation,
de los estadounidenses Dan Senor y Saul Singer, se ha convertido en
lectura de cabecera de emprendedores de todo el mundo al retratar el
éxito de una apuesta que ha premiado al país con el mayor número de
compañías extranjeras cotizadas en el Nasdaq (en 2010 tenían 36 empresas indexadas, toda la UE tenía sólo 6).
En su análisis, Senor y Singer huyen de los argumentos
étnico-religiosos y proponen dos factores esenciales que han contribuido
al crecimiento del sector tecnológico: el servicio militar obligatorio,
a cuyo presupuesto se destina un 6,9% del PIB; y una inmigración
altamente cualificada, especialmente la llegada tras la caída de la URSS
en los 90. A ello se unen reveladoras estadísticas, como el 4,2% que
sitúa a Israel a la cabeza de inversión en I+D por proporción de PIB
(frente al 1,3% de España).
