Esta semana la actividad en la Oficina de Software Libre (OSL) en materia de comunicación y colaboración con empresas y organismos públicos está siendo muy intensa,... y gratificante.
Como matemático, mi contacto con las empresas había sido casi nulo. La OSL me está ofreciendo calibrar el enorme potencial que tiene la universidad para dar apoyo a las actividades empresariales, como palanca de mejora y como puente para nuestros titulados.
Con las administraciones públicas la situación es similar, de pasar a estar siempre en el lado de la mesa del que pide, a poder ofrecer y ser buscado para resolver problemas...que les urge atender.
Hasta aquí todo bien.
Como mi espíritu crítico no lo puedo esconder, debo reconocer que este contacto también me ha mostrado lo poco que hemos cuidado esta relación. He recibido reproches, me han contado historias tristes y he percibido una gran desconfianza hacia nuestra (la de la universidad) predisposición a atender lo que se nos demanda.
Lo crítica más común es la de haber sido receptoras de una gran cantidad de fondos que no revierte a la sociedad, bien en su justa medida, bien de una forma no muy clara o, simplemente, sin saber en qué lo han utilizado. Pero la lista de desagravios no se basa sólo en el dinero.
No lo puedo negar, creo que no lo hemos hecho bien. Si ya soy bastante crítico con nuestros aspectos docentes (atención, dedicación, innovación, etc.), en este nuevo campo que estoy descubriendo creo que lo hemos hecho mucho peor.
¿Qué podemos hacer? Cambiar la tendencia, iniciar el trabajo de recuperación de la confianza, dedicar parte de nuestro tiempo y recursos a liderar la solución de sus problemas, sin perder nuestra identidad por supuesto, y esperar a que haya la renovación natural de interlocutores en los dos lados para que existe una nuevo clima de colaboración sin lastres del pasado.
Puede suceder en 4 años (una legislatura) o en 20 (lo que lleva el mismo gobierno aquí en Canarias), pero si no nos ponemos la situación empeorará.
Como matemático, mi contacto con las empresas había sido casi nulo. La OSL me está ofreciendo calibrar el enorme potencial que tiene la universidad para dar apoyo a las actividades empresariales, como palanca de mejora y como puente para nuestros titulados.
Con las administraciones públicas la situación es similar, de pasar a estar siempre en el lado de la mesa del que pide, a poder ofrecer y ser buscado para resolver problemas...que les urge atender.
Hasta aquí todo bien.
Como mi espíritu crítico no lo puedo esconder, debo reconocer que este contacto también me ha mostrado lo poco que hemos cuidado esta relación. He recibido reproches, me han contado historias tristes y he percibido una gran desconfianza hacia nuestra (la de la universidad) predisposición a atender lo que se nos demanda.
Lo crítica más común es la de haber sido receptoras de una gran cantidad de fondos que no revierte a la sociedad, bien en su justa medida, bien de una forma no muy clara o, simplemente, sin saber en qué lo han utilizado. Pero la lista de desagravios no se basa sólo en el dinero.
No lo puedo negar, creo que no lo hemos hecho bien. Si ya soy bastante crítico con nuestros aspectos docentes (atención, dedicación, innovación, etc.), en este nuevo campo que estoy descubriendo creo que lo hemos hecho mucho peor.
¿Qué podemos hacer? Cambiar la tendencia, iniciar el trabajo de recuperación de la confianza, dedicar parte de nuestro tiempo y recursos a liderar la solución de sus problemas, sin perder nuestra identidad por supuesto, y esperar a que haya la renovación natural de interlocutores en los dos lados para que existe una nuevo clima de colaboración sin lastres del pasado.
Puede suceder en 4 años (una legislatura) o en 20 (lo que lleva el mismo gobierno aquí en Canarias), pero si no nos ponemos la situación empeorará.
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