Este post toma gran parte de la noticia de El País - 03/01/2013. Creo que nos sitúa en la realidad que hay detrás de este espejismo de "buena noticia" de esta semana sobre el descenso del abandono escolar. Parece que la razón es única: "No hay tanto abandono porque no hay a donde ir".
El paro
juvenil al 55% ha sido uno de los factores que han reducido el abandono escolar
temprano en España hasta la cifra más baja que recuerdan las
estadísticas: 24,9%, según el cálculo adelantado para 2012 por la
Federación de Enseñanza de CC OO a partir de los datos de la Encuesta de
Población Activa (puede variar décimas con el dato oficial que dé
Educación). Los especialistas no niegan la fragilidad de la gran
mejoría que se ha producido, desde el 31,9% de abandono registrado en
2008, antes de la crisis, hasta el 24,9% actual. La cifra, a pesar de
todo, dejará aún a España entre las dos o tres peores de Europa, muy
lejos de la media; en 2011 fue de 13,5%.
De momento, el descenso del abandono se está produciendo con más fuerza en los más jóvenes:
ha pasado del 25,5% al 15,7% a los 18 años, mientras que a los 24, del 34,3% al 31,2%, según el trabajo en el que el
Gabinete de Estudios de Enseñanza de CC OO ha calculado y analizado las
cifras de 2012. Esos datos por edades predicen que el abandono seguirá
bajando “si no cambian los demás factores”, es decir, que
sigan sin encontrar trabajo.
Esta es la paradoja educativa: la crisis está pegando por fin a los
pupitres a más alumnos, pero por culpa de la crisis la escuela que les
recibe tiene muchos menos recursos. Desde 2010, los presupuestos
públicos para escuelas y Universidades han perdido más de 6.300 millones
de euros (lo que supone, por ejemplo, decenas de miles de docentes
menos) y la previsión del Gobierno es llegar a los 10.000 millones de
recorte acumulado hasta 2015.
Desde Canarias, el vicepresidente y consejero de Educación, José
Miguel Pérez, también hablaba la semana pasada de cambio de actitud
social al celebrar que allí haya bajado el abandono hasta el 28,3%. Y sacaba pecho por sus políticas, por el mantenimiento de plantillas
docentes o el aumento de la oferta de FP.
Pero puede que se trate, simplemente, como opinan algunos expertos,
de que la cifra ha bajado más allí donde era más alta, y que se deba al
contexto económico. Echando un vistazo al mapa del abandono desde 2008,
la respuesta no parece clara: hay autonomías que han mejorado desde
cifras muy altas (Baleares, La Rioja, Murcia o Castilla-La Mancha) o más
bajas (Cantabria o Navarra); las hay que, gastando por encima de la
media y recortando por debajo, han mejorado mucho (La Rioja y Baleares) o
muy poco (Asturias y Galicia); y se pueden ver grandes avances en
autonomías con muy buenos resultados en los exámenes internacionales
como el informe PISA (La Rioja) y con resultados desastrosos (Murcia).
“España es uno de los países en los que la disminución del abandono
se debe principalmente al cambio del ciclo económico y no a las
políticas educativas”, dice el economista de la Universidad de Lovaina
(Bélgica) Kristof De Witte. El profesor analizó en 2012, junto a la
especialista de la Universidad de Maastricht (Holanda) Sofie J. Cabus,
la bajada del abandono en toda Europa, del 14,9% en 2008 al 13,5% en
2011.
Sin embargo, el anterior Gobierno del PSOE sostuvo en 2011 que la
mejora también tenía que ver con los más de 6.000 millones de euros
extra que se inyectaron a las escuelas con el desarrollo de la actual
ley escolar (LOE) entre 2006 y 2010. Puede que tuviera que ver o no
(como piensa De Witte), pero si lo hizo, ya no lo hará más, pues el
recorte supera ya con creces esa cantidad, y se ha llevado por delante
buena parte de los programas que se impulsaron para crear plazas
escolares para menores de tres años o para apoyos a alumnos con
dificultades como los planes PROA.
El Ministerio de Educación dirigido por José Ignacio Wert ha
insistido mucho en que el problema de España no es de recursos
—señalando precisamente al gasto hecho gracias, entre otras cosas, al
esfuerzo de la LOE—, sino de estructura y que su reforma logrará dar la
vuelta a la vez los mediocres resultados en PISA y al abandono. Asegura
que lo conseguirá flexibilizando y adelantando las vías hacia la FP o el
bachillerato y simplificando el currículo.
Sin embargo, los críticos responden que la reforma empeorará las
cosas al poner más trabas a los estudiantes, por ejemplo, con reválidas
al final de la ESO o convirtiendo en una vía muerta los PCPI. Estos
programas de cualificación profesional inicial tratan de reenganchar a
chavales que tienen un pie fuera del sistema, iniciándoles en un oficio
mientras avanzan en conocimientos básicos. Ahora, estos programas
permiten, aprobando un curso extra, sacarse el título de ESO y, aún sin
él, la idea del Gobierno anterior era que dieran acceso directo a la FP
de grado medio. La reforma impulsada por Wert no contempla ni una
posibilidad ni la otra, sino el mercado de trabajo o una prueba de
acceso para
llegar a FP.
Expertos, como Julio Carabaña, insisten en que una parte de la culpa
del abandono se debe al propio sistema, es decir, a que “la LOGSE [ley
educativa aprobada en los años noventa], para dignificar la FP, se la
prohibiera a los alumnos que no se graduaran en ESO”, dice el
catedrático de la Complutense en un texto titulado Una vindicación de
las escuelas españolas. Esto es hoy crucial: si en 2005 había más
jóvenes que abandonaban con el título de secundaria bajo el brazo (el
64%), hoy son poco más de la mitad.
Desde CC OO rechazan la reforma educativa y relacionan los recortes
con el estancamiento en la mejora del abandono. Calculan que se podría
acabar con el problema con unos 5.000 millones de euros en los próximos
cuatro años, para crear programas concretos para estos alumnos; más allá
de los planes piloto de FP (enseñanza a mitad de camino entre la
escuela y el trabajo). “Si les ofreces lo mismo no funcionará”, dice
Francisco García.
Preguntado por la preocupación de que la cifra de abandono vuelva a
subir cuando remonte el empleo, el director general de Ordenación
Académica del Gobierno balear responde: “Bueno, casi, casi que eso sería
un mal deseable...”.
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