La semana pasada hablaba de la deuda pública y su porcentaje de PIB, que llegaba la 92% del PIB. El pasado Lunes 30 de septiembre se han presentado los presupuestos de 2014 y el titular de prensa es este:
Según datos del presupuesto para 2014, el proyecto prevé que la deuda
pública española alcance el 99,8% del PIB en el próximo año, más que la
media comunitaria y un máximo desde 1909, según una serie histórica del
FMI. Hasta ahora se esperaba alcanzar esta cifra para 2016, tal y como
indicaba el propio Ejecutivo en el plan de estabilidad remitido a
Bruselas a finales de abril. En términos absolutos, supone rebasar por
primera vez el billón de euros de deuda. La estimación para 2013, por su
parte, sitúa la ratio entre deuda y PIB en el 94,2%.
Como siempre, una pequeña aclaración para principiantes:
Por deuda pública o deuda soberana se entiende al conjunto de deudas que mantiene un Estado frente a los particulares u otro país. Constituye una forma de obtener recursos financieros por el estado o cualquier poder público materializada normalmente mediante emisiones de títulos de valores. Es además un instrumento que usan los Estados para resolver el problema de la falta puntual de dinero.
Y ahora repito lo que dice mi hijo: ¿Y eso es bueno?
La siguiente viñeta de Forges nos indica que mejor con poca.
La siguiente viñeta de Forges nos indica que mejor con poca.
He encontrado este análisis que me parece sencillo de entender lo que significan estos indicadores.
Las consecuencias de la deuda pública [la contraída por un estado] y
la deuda privada [la contraída por una empresa], son básicamente las
mismas, tanto si son positivas como si son negativas. Una teoría keynesiana supone que la riqueza sólo es generada por el consumo y que el ahorro no ayuda a la economía,
y se podría decir que la aplicación de esta teoría es la que ha
llevado a que tanto estados como empresas se endeuden, algunos más de la
cuenta, puesto que el ahorro al no ser estimulado, no es suficiente
para consumir y para financiar proyectos, por tanto, con el tiempo
necesariamente hay que recurrir a la deuda para financiar el consumo que
se supone es quien debe dinamizar la economía.
Bien, las consecuencias del endeudamiento de empresas y estados
son sorprendentemente similares y eso nos explica el por qué algunos
países están al borde de la bancarrota. El endeudamiento público es bueno siempre y cuando con él se
logre un crecimiento económico suficiente para cubrir el costo
financiero de dicha deuda. Si el crecimiento económico del país no crece
a la tasa suficiente como para que sea posible pagar intereses y
amortizar capital sin tener que recurrir a un nuevo endeudamiento,
estamos ante un verdadero problema creado por el endeudamiento, problema
que agravará la balanza por cuenta corriente, déficit fiscal e incluso
puede atentar contra la moneda local desequilibrando toda la economía.
El núcleo conceptual del debate

La pregunta que abordaron en este trabajo fue cuál es el límite a partir del cual la deuda pública es excesiva. Los autores estudian cifras de deuda pública desde 1800 para economías avanzadas, que es precisamente donde hoy está el debate sobre endeudamiento gubernamental más vivo – Europa, Japón y EEUU con su “abismo fiscal” -. Aplican para el estudio el concepto de “debtoverhang”. Esto se puede traducir como “desbordamiento de deuda”. Para los autores un “desbordamiento de deuda” ocurre cuando la deuda pública supera el 90% del PIB durante más de cinco años.
¿Cómo influye el desbordamiento de la deuda pública en la economía? La visión tradicional es el efecto sobre la “prima de riesgo”: los mercados bancarios y financieros perciben que el gobierno tendrá menos capacidad para atender su servicio de deuda (capital e intereses), por lo cual encarece el tipo de interés que le aplica a nueva deuda que emita el gobierno “desbordado” y si acepta su deuda en garantía o la compra le da menor valor que antes (menor precio de bonos públicos equivale a mayor tipo de interés).
Estudiando economías desarrolladas se producen sorpresas: hay 26
desbordamientos de deuda pública en 22 economías desarrolladas desde
1800. Ahora bien, como ilustran los autores en este trabajo, los tipos
de interés reales no siempre se incrementaron tras el desbordamiento. El
razonamiento de que la deuda eleva la prima de riesgo puede violarse
puntualmente. En el caso de Reino Unido, cuando era la primera potencia
mundial, los mercados parecieron carecer de inquietud sobre el
desbordamiento y lo financiaron incluso a menor precio.
Los países desarrollados que tienen más episodios de desbordamiento y más duraderos son europeos: Italia y Grecia. Entre 1800 y 2011, Italia ha pasado casi un siglo en desbordamiento (48% del período), siendo que el más reciente se inició en 1988. En el caso griego, son casi 92 años en desbordamiento (56% del lapso estudiado, desde 1848 para ese país), siendo que el actual data de 1993. Que estas naciones mediterráneas sean un dolor de cabeza para el euro era predecible con este historial.
España tiene un comportamiento más potable: sus desbordamientos totalizan casi 29 años desde 1800: en 1868-1882 y en 1896-1909. Influyeron guerras civiles y la pérdida de las últimas colonias. Se encuentra que los desbordamientos suelen estar precedidos por guerras, las cuales disparan el gasto militar y la deuda pública.
Lo que se encuentra en estos desbordamientos es inquietante: el
episodio dura en media 23 años, hasta que la deuda baja por debajo del
90% del PIB. Y la economía crece, mas crece menos en promedio de lo que
había crecido antes del desbordamiento. Lo que se encuentra es que la
economía desarrollada tiene un crecimiento anual de largo plazo de 3,5%
sin desbordamiento y ese valor cae a 2,3% anual cuando ocurre el exceso
en deuda pública.
Este valor puede sonar inocuo – una pérdida de 1,2 puntos porcentuales en crecimiento anual-, mas considerando lo prolongado que son los desbordamientos, la pérdida de crecimiento es notoria. En el crecimiento opera el interés compuesto y eso significa que el crecimiento se acumula de manera no lineal; si se supone un desbordamiento que dura la media de 23 años, una economía desbordada crece 24% menos que si estuviese con su deuda pública en nivel razonable.
La principal conclusión del trabajo es que cuando la deuda externa de un país (y, cuidado, ahora hablamos de la deuda externa), excede el 60 por ciento del PIB, el crecimiento se reduce un 2 por ciento. Pero cuando esa deuda externa supera el 90 por ciento, el crecimiento se reduce a la mitad. Por cierto, que ese es el caso de España.
El efecto social sobre una generación de este crecimiento inferior es notable en empleo, por mencionar sólo un problema fundamental entre muchos otros. Una generación puede arruinar la vida económica de la siguiente al distorsionar las finanzas públicas actuales.
Este valor puede sonar inocuo – una pérdida de 1,2 puntos porcentuales en crecimiento anual-, mas considerando lo prolongado que son los desbordamientos, la pérdida de crecimiento es notoria. En el crecimiento opera el interés compuesto y eso significa que el crecimiento se acumula de manera no lineal; si se supone un desbordamiento que dura la media de 23 años, una economía desbordada crece 24% menos que si estuviese con su deuda pública en nivel razonable.
La principal conclusión del trabajo es que cuando la deuda externa de un país (y, cuidado, ahora hablamos de la deuda externa), excede el 60 por ciento del PIB, el crecimiento se reduce un 2 por ciento. Pero cuando esa deuda externa supera el 90 por ciento, el crecimiento se reduce a la mitad. Por cierto, que ese es el caso de España.
El efecto social sobre una generación de este crecimiento inferior es notable en empleo, por mencionar sólo un problema fundamental entre muchos otros. Una generación puede arruinar la vida económica de la siguiente al distorsionar las finanzas públicas actuales.
La controversia alrededor del artículo
No obstante, este artículo ha sido recientemente criticado por tres economistas: Thomas Herdon, Michael Ash y Robert Polin. La crítica contiene tres puntos:- Reinhart y Rogoff (R&R) han excluido de sus cálculos a
Australia, Nueva Zelanda y Canadá, en los años 1946 a 1950. Para estos
países, eran años de alto crecimiento y de mucha deuda, de modo que
haberlos incluido habría cambiado sus resultados. Lo que dicen R&R
en una respuesta reciente
(han dado varias) es que esos datos se habían facilitado poco antes de
la publicación de su artículo, y que no podían juzgar su calidad y
capacidad para compararlos con los demás. Pero, como señala Josh Barro,
“incluso si R&R tuvieran motivos plausibles para dejar de lado esos
datos, el enorme efecto que produce su exclusión demuestra la
fragilidad de su método”.
- Los dos autores ponderan los datos de un modo que los críticos
consideran peculiar, pues hay casos de países con muchos años de deuda
excesiva que se interpretan como una sola observación, y no tantas como
años pasa con ese exceso de deuda. R&R, en esta respuesta, dicen que lo que a ellos les interesa reflejar es son los casos episódicos, no las observaciones individuales. Según Luis Garicano, “no es forma de hacer un trabajo empírico”.
- Y la crítica que más ha llamado la atención es que R&R cometieron un error… en el uso de la tabla de Excel. Los dos autores han aceptado esta crítica como válida. Lo cual es sorprendente. Si trabajan con numerosos países y muchos años, es normal que en el proceso de manejo de los datos se cometa un error, pero ¿no tienen estos profesores a jóvenes y aplicados aspirantes que les echen una mano?
Lo que se observa en HAP y otros autores es una relación entre deuda y crecimiento, pero no tan acusada y, sobre todo, no tan relacionada con la cota del 90 por ciento del PIB.
¿Y entonces?
Llegados a este punto: ¿Es la política de austeridad un error? ¿Podemos, entonces, endeudarnos como españoles y crecer como africanos? No corramos tanto.Es cierto que el artículo original de R&R se ha citado mucho, y que se ha utilizado para justificar las políticas de austeridad. Pero, tal como se ha señalado en varios sitios, el estudio de R&R no es el único que explica que la deuda, a partir de cierto punto, es negativa para el crecimiento. Otro importante estudio del Bank of International Settlements, decía que alcanzar un nivel de deuda superior al 85 por ciento suponía poner en riesgo el crecimiento económico. Otro informe, este del FMI, llegaba a conclusiones parecidas: Hay “una relación inversa entre la deuda inicial y el crecimiento subsiguiente: De media, un incremento de 10 puntos porcentuales en la deuda inicial está asociado con una caída en el crecimiento del PIB per cápita de 0,2 puntos al año”. También se referencia un informe del BCE que mostraba que el nivel de gasto público estaba muy relacionado, negativamente, con el crecimiento.
Para terminar, aquí va un cuadro de la evaluación de la deuda en el periodo 2000-2010 que nos muestra la salud de Europa. ¿Quién crece más?
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